Capítulo 1.
CAPITULO 1
Hoy es un día malo, mi mami ha estado tomando toda la tarde, hace un par de horas que Chesse me dijo que tiene hambre, pero no he podido salir a la cocina además de que dudo que haya algo en el refrigerador que sea comestible.
-Bell me duele mi estomago- la voz de Chesse suena adolorida. Estoy sentada en estilo indio en mi cama con la cabeza de mi hermano pequeño en mi regazo.
-Umm, iré a ver que puedo conseguir en la cocina te parece?- le digo ya poniéndome de pie. –Bell…- susurra Chesse –ten cuidado-. Lo juro a veces pienso que mi hermano es un viejo en el cuerpo de un niño, es muy maduro para su edad (Bueno tan maduro como puedes ser a los 6 años) y no es que lo culpe yo con 10 años a veces me siento de 30. Mi mamá se ha encargado de hacernos crecer rápidamente y no en la forma de “tomen-leche-todos-los-días” sino en la forma de “sino-te-preparas-tu-solo-tu-comida-te-mueres-de-hambre”.
Llego a la cocina sin ser vista, agarro un poco de pan, un cuchillo y mantequilla de maní; no es mucho pero es todo lo que hay y le calmará el hambre a Chesse y a mi espero.
Estoy casi en la puerta de mi habitación, todavía sin creer mi suerte cuando mi mamá me grita; entro al cuarto le dejo las cosas a Chesse y salgo corriendo diciéndole que en un momento regreso. –Bell no…- es lo único que puedo escuchar que me dice antes de que cierre la puerta tras de mí.
-¿Por qué tardaste tanto?- me pregunta mi mamá arrastrando las palabras. –Es…es que me estaba poniendo los zapatos- miento. –Tu pequeña zorra, nadie te va a querer por mentirosa, nadie te va querer justo como a mi…por tu culpa tu papá me dejo, te debí de haber abortado mientras podía- dice mi mamá mientras me tira contra la pared.
Esta no es la primera vez que me las dice pero justo al igual que las otra veces las lagrimas corren por mi cara, ¿por qué no puedo tener una mamá que me quiera?
-Deja de llorar tu pequeña mocosa- su aliento en mi cara. –Es la verdad, ¡por tu culpa tu padre nos dejo!-.
-Mamá…-.
-¡No me contestes!- es la única advertencia que tengo antes de que de una bofetada me tire al suelo, se tambalea un poco y se deja caer en el sillón de detrás de ella. –Tú y tu hermano son los únicos culpables de todo lo que me ha pasado-.
-Mamá ¿Por qué no nos quieres?- le digo llorando.
Sus ojos verdes ahora inyectados en sangre por la cerveza me miran mientras me dice -¿Cómo se pueden querer a unas piedras en el zapato?-.